Cuentos

Nunca supe bien a donde iba..

Nombre: Rodrigo Medel S.
Ubicación: metropolitana-Bio bio, Chile

Licenciado en Sociología- Universidad de Chile. medelcio@gmail.com

jueves, agosto 3

Hechizados

Regresó con absurda tranquilidad. Antes de acostarse recordó que no había hecho nada en aquel día ficticio. Se durmió.
Era un día de sol como cualquier otro. Se levantaba como siempre una hora antes de cualquier diligencia. Se duchaba, afeitaba y cepillaba con innata lentitud.
Salió de la casa con una inefable sensación de aquello, eso que solo pude decirse en francés. Primero fue al banco, hizo los depósitos, giros y transacciones correspondientes. Luego al correo a depositar las cartas que nunca llegarían. Se desocupó inesperadamente antes de lo previsto, varias horas antes. Fue ahí cuando pensó que los parques se veían bonitos los días de sol. Partió hacia el parque metropolitano. Luego de recorrer en soledad los largos caminos cubiertos de maicillo, se aventuró por un furtivo sendero de magnolios. Al final del camino se comenzaron a dibujar los frondosos raulíes y las palmeras foráneas. Desde la distancia pudo distinguir al viejo de los helados que gritaba afónico, a los niños de la escuela que discutían acalorados y un grupo de chicos que perdían su pelota por los aires. Todo parecía tan familiar.
Se sentó agotado en una de las bancas de la plaza. Sacaba un cigarro de su bolsillo izquierdo cuando la vio. Entonces le pareció una ilusión. Tratando de despabilar de aquel delirio, enfocó para distinguir el color más hermoso y radiante alguna vez observado. De pronto todo parecía estar en blanco y negro alrededor de ese vestido carmín y aquella niña imaginaria con su cuerda a orillas del canal. Era un esplendor, una magnificencia, desde lejos vio su vestido contrastar con su piel morena, sus brincos alternando el ritmo de la cuerda, su cabello deslizarse con los turnos del viento. Pero su rostro… no podía verlo desde tan lejos. Claro que es peligroso que esté sola en este lugar, pensaba el hombre mientras la seguía perplejo, no puede una niña tan bonita andar sola en un parque. El hombre creía haber encontrado algo perfecto, tan perfecto que la quería poseer. Se aproximó vehemente, de forma bruta, ansiosa; antes de pronunciarse pisó un helado caído a los pies de la niña.
-Ten cuidado, no saltes tan cerca del canal- le sugirió bruscamente.
La niña siguió brincando pero deslizándose lejos de la orilla.
-¿Dónde están tus padres? No te han enseñado a mirar a la gente cuando te hablan niña.
-Tú no puedes mirarme- respondió ella con su rostro fijo en el suelo
-Cómo que no puedo. ¿Por qué no puedo?
La niña saltaba en un pie, luego en otro, su rostro lo cubrían sus largos cabellos.
-¿Por qué no puedo mirarte?- Insistió.
La niña se detuvo.
-Porque si lo haces serás mi prisionero- respondió con una pequeña carcajada.
El hombre anonadado vio como se alejaban los brincos, procedía a marcharse cuando un pensamiento repentino lo alteró. Arrebatado alcanzó a la niña por un hombro, la enderezó en un movimiento, le sujetó el mentón y levantó su rostro.
Se devolvió a su banca y pensó que con los días de sol se veían muy bonitos los parques. Pero claro, como no va a ser así con esa pileta al medio de la plaza, aquellos niños jugando en la cancha empastada, el vendedor de helados que gritaba afónico, los niños de la escuela que discutían entre ellos. Todo en total armonía, como una pintura.
Fue repentino como esa pelota voló por los aires a una altura insospechada, primero desapareciendo con el sol y luego cayendo a dos metros de la niña y su cuerda. Los cinco chicos le gritaron una y otra vez, que la pateara, que la lanzara, cualquier cosa esperaban menos su indiferencia. Los chicos se le acercaron con intriga. Se detuvieron a sus espaldas sin decir palabra, uno la quiso tocar y esta giró violentamente para encararlos a todos.
Son hermosos los parques los días de sol, y ese sol era el perfecto para los helados, pero el viejo heladero no había tenido buen negocio y el calor lo tenía agotado. Sin embargo era un viejo de buen corazón, más aún cuando vio a la niña saltar solitaria con ese atuendo tan hermoso. Abrió hipnotizado un helado y partió en su dirección a obsequiárselo. Cuando la chica giró, el helado se desprendió de sus manos y se trizó en tres partes al caer a la arena.
Se ven hermosos los parques los días de sol, también así lo pensó una profesora de básica que decidió sacar a pasear a sus 11 alumnos. Y claro, con la idea de jugar haciendo dos grupos, siempre se alega la iniquidad del asunto. La discusión llegaba a tonos impetuosos cuando la profesora sugirió que invitaran a la niña que salta la cuerda. Todos observaron al mismo tiempo.
El sendero de magnolios se abrió nuevamente.
El hombre sacaba un cigarro de su bolsillo izquierdo cuando la vio, era lo más hermoso y radiante alguna vez observado. Pero se hacía de noche y todo comenzaba a desaparecer. Regresó con absurda tranquilidad. Antes de acostarse recordó que no había hecho nada en aquel día ficticio. Se durmió.

2 Comments:

Anonymous Anónimo said...

me pregunto pq nadie postea aqui... en fin... este es mi favorito, me gustó mucho
besos
fran

11:57 p. m.  
Anonymous Anónimo said...

pd: pq lobo?

12:01 a. m.  

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