Cuentos

Nunca supe bien a donde iba..

Nombre: Rodrigo Medel S.
Ubicación: metropolitana-Bio bio, Chile

Licenciado en Sociología- Universidad de Chile. medelcio@gmail.com

jueves, agosto 3

Asesino

La pasión de su rugido se escuchó poderoso en las llanuras nocturnas. También lo escucho otro temible asesino, uno más constante y más pasivo, de cumbre a cumbre cazaban salvajes.
El furtivo cazador acumulaba la destreza de tres décadas. Desde un alto monte sus ojos recorrían los extensos valles, buscando peludos tesoros, usufructuando de la paz que la tarde emanaba. De las sombras asomó el trote de una reducida familia de cuernos, entonces, el viejo apunta, dispara y lesiona al más pequeño. La cría quedaba agónica y abandonada a veinte metros de su arma. El viejo cazador esperaba paciente algo mucho mayor, su mirada y aliento se fundían con la cadencia del salvajismo. Las sombras avanzaban en aquel extenso espacio, los nubarrones auguraban tormenta y los vientos llegaron congelados a castigar su pecho. De pronto, sus manos comenzaron a temblar, la visión se le esparcía y la realidad se le escapaba.

Era bestia de ojos dorados e imponente melena, avanzaba solitario por las tierras desoladas. Un soplido de carne se presentó a sus sentidos, aminoró su paso y descendió su lomo, un anciano perturbado se paraba tembloroso, temblaba enloquecido frente una informe máquina rojiza. Observó paciente su extraña anatomía, su blanca y temblorosa piel con extraños cubiertos, el largo artefacto sostenido a su hombro. Intempestivamente el observado lanzó un grito exasperado al viento. Viendo sigiloso su silueta, sus hombros se encogieron y sus garras se asomaron. Saltó con orgulloso desplante y el humano apenas alcanzó a dar media vuelta para que en dos lanzaderas de puño garrudo su pecho se abriera en tres partes. El horror y el espanto se escuchó en sus gritos desesperados.
El día se opacó, la brisa se pegaba a sus barbas enrojecidas. Aquel felino disfrutaba de su propia paz, esa que lo aborda después de la muerte. Doblando por el sendero del monte, escuchó un estruendoso estallido. Cauteloso pudo divisar un agonizante mamífero bañado en su propia sustancia y abandonado en la inmensidad del valle.
Recordó la sombra de los forasteros que se aparecían como espejismos y partían y volaban la carne desde la distancia. Decidió avanzar por detrás de los relieves, desde prudente distancia divisó la silueta del paciente asesino. Sintió ansias incontrolables de demostrar su poder, de desgarrar hasta la muerte. Avanzó cómo ya sabía de forma sigilosa hacia su víctima, observó su extraña posición sin advertir su estado de inconciencia. Logró estar tan cerca que ya casi no existía nada entre ambos, sólo el y su presa separados por una estrecha envergadura de altos pastizales. El llamado de la muerte era cada vez más intenso y los vientos sonaban acordes al terror del momento. A sólo un salto decisivo, el felino fue víctima de su propia inquietud, la desesperación invadió su alma guerrera, sintió cómo su orgullo se transformaba en agonía.

Volvía la tarde húmeda, los tambores del viento, el escenario de guerra con su escopeta en mano y aquella cría agonizando a veinte metros. Aún sin completo control y con la visión desenfocada, logró sentir la respiración del monstruo. Dando una instintiva media vuelta y sin tiempo para concebir el terror de verse por debajo de aquella bestia, apuntó y disparó en dos segundos a aquello que volaba asesino hacia su carne. Logró el impacto mas certero alguna vez dado y la bestia cayó agónica a su lado. El viejo, se colgó la escopeta al hombro y corrió frenético a su vehículo. Al llegar a la puerta del manubrio descubrió la posición de los cuatro seguros. Lanzó un grito desesperado y cogió un enorme set de llaves. <>. Respiró profundo y se dio un momento para el raciocinio, <> . El viejo frunció el ceño y se miró la manos, observó su reflejo en el espejo del jeep rojo. Vio el reflejo de su fisonomía esbozando una malévola sonrisa, vio sus fauces con la barbilla ensangrentada, una imponente melena negra rodeó su cuello y sus pupilas doradas de dilataban con un jadeo cada vez más feroz.